30 de junio de 2005

La invención de la oscuridad (sexta entrega)

Publicado en La Cultura en Occidente, domingo 26 de junio:

Pasan días distantes, lejanos uno del otro. Uno anda por un pasillo mientras, el otro, se mueve por el otro. Entre uno y otro, luego de la confusión de distinguir quien es quien, se va formando una nube de gases densos, revueltos con partículas de luz y luna, que comienza a envolverlos, darles vuelta, y regresarlos a donde mismo, pero en el extremo opuesto. Igual pero diferente. Así quedan después de cada encuentro, momento de intensidad prolongada, gozo fino por saberse existentes.
La verdadera realidad nunca es realista, decía el hombre que habitó en un cuartito pequeño, con una ventana minúscula, casi junto al templo del castillo, sobre la colina que mira entre tejas, al puente de San Carlos. Este hombre no es, de ninguna manera, nuestro hombre aunque, ¿no son más cercanos a nosotros los mitos que los conocidos? Hemos creado una conciencia colectiva, un mito detrás del mito; ahora las historias dudan de todo, parodian lo metafísico, en un afán de alta tecnología y futuro, influenciados por ideas de ciencia ficción –o ficción de la ciencia, !vaya uste a saber!– y deseos de dominar otros mundos, fuera de la galaxia, ignorando los propios, tantos y tantos que brotan y se desvanecen dentro de uno, cada día, todos los días.
Si continuamos abriendo el paréntesis, ¿en algún momento se cerrará? Hay sendas que se bifurcan de tal manera que, después de haber abandonado un punto de referencia, se vuelven imprevisibles, caóticas. Volver a enmadejar la maraña no es cosa de niños –o más bien, es exactamente eso: cosa de niños.
Hay un hueco grande que se ha ido formando en la pared. El tiempo y la desesperación por ver hacia el otro lado lo han hecho. Hace un par de años no era más que un agujero minúsculo, por donde apenas se alcanzaba a pasar la pupila. Luego llegaron las uñas, los dedos, las manos, hasta que, una tarde de enero, se realizó el primer contacto. Él, desde el lado oscuro; ella, desde el claro. Él pasaba por ahí, como lo hacía habitualmente a esa hora, cuando escuchó pasos al otro lado. Corrió hacia el orificio, se asomó. Desde allá, una pupila curiosa, cautivadora, hacía lo mismo. Se miraron y traspasaron el tiempo. No había más mundo que el de sus reflejos. Habían llegado al mundo verdadero, donde todo pasa al mismo tiempo y nada transcurre fuera de uno.
El agujero fue su primera casa. Tuvieron que pasar dos años más para que, físicamente, pudieran traspasarla. Dos años de reconstrucción, viviendo una vida y ensoñando otra, posible, cuando eliminaran el muro que se interponía entre ellos. ¿Hasta cuándo seguiremos viendo a través del orificio, soñando una vida que no está aquí sino del otro lado?
Ha tenido la oportunidad de ver cómo, su ciudad, se ha ido transformando en una gran metrópoli. Si pasó cuatro años de su juventud en el extranjero, en un exilio voluntario, fue porque quería vivir en los tiempos modernos, donde pudiera formar parte de la generación actual, de la juventud y sus deseos, falsas creencias y sueños vueltos realidad.
Allá la vida era transparente. Había cambiado de nombre, de identidad, de amigos: de pessoa. Acá, en su ciudad natal, ya no tenía la misma libertad. El conocimiento y la aquiescencia entre personas, mas que unir lazos, entreteje complicidades siniestras, tan naturales que parecieran buenas.
Volvamos a la ciudad, sus baches y abusos por parte de las autoridades, su temor a la diferencia, calificándola peyorativamente; sus mujeres bellas, su templo Expiatorio, cantinas, mercados, teatros y cines; sí, sobre todo el cine. Y las mujeres, por supuesto. Algunos argumentarán que para mujeres bellas París o Praga; el hombre está seguro que Guadalajara es la número uno en esto.
De cualquier forma, decidió retirase a la oscuridad, tirarse sobre la cama sin intención de levantarse. Ahora lo vemos con barba de varios días, el cabello enredado de tanto revolverse contra la almohada. Tanto mundo allá afuera y tan poco interés por la vida. Tantos mundos por explorar y tan pocas vidas para estar realmente conciente. Sin significado, ¿puede darse la vida?

1 comentario:

  1. Anónimo7:41 a.m.

    "La verdadera realidad nunca es realista". Me ha encantado esta frase, es absolutamente realista.

    ¿Hablas todo el rato de Fernando Pessoa, verdad?

    Cuando estás tan cansado de la vida, cuando te golpeas con el lado absurdo de la vida... no te queda más que dormir, deseando no despertar de nuevo en ella. Es una lástima, pero ocurre, y cuando esto pasa, no sé cómo mostrarle que no tiene por qué ser así. Porque sabemos que es así, ¿verdad? Sólo que para sobrevivir necesitamos el autoengaño.

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