6 de enero de 2006

Colibrí

Estaba sentado frente al ventanal que da a la vía del tren y los magueyes, en la casa de campo de mis padres. Escribía desde hace dos días sin parar, tratando de terminar el libro que he de entregar al Instituto Mexicano de la Juventud, quienes me apoyaron en el proyecto. Ya en los últimos capítulos, un poco cansado y con un sentimiento de que las manos comienzan a moverse solas, me dejé llevar por un segundo sin ver a la pantalla de la laptop. De repente, escucho un golpe seco en la ventana y, justo a unos diez centímetros del teclado, cayó un colibrí que se había estrellado contra el cristal y rebotado hasta mí. Intentaba mover las alas para pararse y seguir volando pero luego se quedó estático. No supe que hacer. Estoy tan lejano del mundo animal y de la muerte, que mi reacción no es natural. Me levanté buscando un objeto con el cual agarrarlo, ya que no me atrevía a tomarlo con las manos. Hurgué en la bolsa de la basura y encontré un plato de hielo espuma y un pedazo de papel higiénico usado. Los tomé y volví a mi mesa de trabajo. El colibrí seguía sin moverse. A modo de espátula, traté de levantarlo con el plato. De inmediato se aferró a él con sus patas. Guardando el equilibrio para que no se cayera, salí al jardín donde lo tiré. Cayó de pico, con la parte trasera torcida, como si se hubiese partido en dos. Traté de moverlo y revoloteó un poco pero luego volvió a quedar inmóvil. Estaba seguro de que moriría. Pensé si era mejor ayudarlo a morir o simplemente ignorarlo. Esperé unos segundos, observándolo y por fin me decidí a tomarlo de un ala con la mano. Al momento de tocarlo, revoloteó con más energía y salió volando, hasta desaparecer en el cielo.

1 comentario:

  1. ... solo le hacia fata el toque de vida, ¿cierto?; saludos

    El Enigma
    Nox atra cava circumvolat umbra

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