Aproximadamente hace unos 15 años -sorprendente ya poder elaborar recuerdos con tal antiguüedad- llegó Dominos Pizza a Guadalajara. Como casi cualquier familia de clase media -porque la comida chatarra gringa aún no se popularizaba en México, no por falta de publicidad sino de presupuesto por parte de nuestra población-, la nuestra quizo de inmediato probar las pizzas gringas, mismas que habíamos comido la última vez que fuimos a Tijuana y cruzado la frontera hasta San Diego donde, además, comprabamos un pay de manzana y una leche bastante deliciosos para nuestro gusto de tacos y gorditas -acepto que las de piloncillo me fascinan.
Como la pizza era bastante cara, o nuestro presupuesto demasiado estrecho, mi padre, con tres hijos de buen comer, sobre todo el primogénito después de comer un plátano, se las ingeniaba para llevar, tantas veces como le era posible, una pizza para cenar. Llegaba con una pizza de queso y mi madre se las ingeniaba para confeccionarla con otros ingredientes: champiñones, jamón, salchicha. La calentaba un rato más en el horno y, tarán, una pizza compuesta sobre nuestra mesa.
Creo que esa es una de mis memorias de pobreza durante la adolescencia. Acaso por eso me cueste tanto trabajo caer en cuenta que hay gente en verdad pobre, al grado de morir de hambre. Pero por mas que intento, la pobreza nomás me lleva a ver una pizza de queso arreglada con una lata de champiñones recién abierta.
Como la pizza era bastante cara, o nuestro presupuesto demasiado estrecho, mi padre, con tres hijos de buen comer, sobre todo el primogénito después de comer un plátano, se las ingeniaba para llevar, tantas veces como le era posible, una pizza para cenar. Llegaba con una pizza de queso y mi madre se las ingeniaba para confeccionarla con otros ingredientes: champiñones, jamón, salchicha. La calentaba un rato más en el horno y, tarán, una pizza compuesta sobre nuestra mesa.
Creo que esa es una de mis memorias de pobreza durante la adolescencia. Acaso por eso me cueste tanto trabajo caer en cuenta que hay gente en verdad pobre, al grado de morir de hambre. Pero por mas que intento, la pobreza nomás me lleva a ver una pizza de queso arreglada con una lata de champiñones recién abierta.
Esa pobreza de la que hablas, muchos la hemos pasado. No es pobreza de extrema gravedad, sino de estrechamientos circunstanciales que se van solucionando con ingenio, cariño y buen humor.
ResponderBorrarHallo I absolutely adore your site. You have beautiful graphics I have ever seen.
ResponderBorrar»