Para unos cuantos, llega el día en que los sueños se vuelven realidad. Eso es la adultez: llegar al punto en que ya no hay sueños, sólo realidades. Entonces, ¿en qué creer cuando se ha dejado de creer? La realidad no está sujeta a la imaginación, simplemente pasa. Con el individuo dentro de la línea del tiempo, no hay forma de edificar o inventar, de soñar o anhelar. Simplemente se fluye al ritmo de la vida sin ir a ninguna parte ni esperar que algo sorprendente suceda. Esa es la trampa del espacio-tiempo en que nos ha sumido Minkoswski.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario