31 de enero de 2005

De El País

He decidido leer el país, o por lo menos ojearlo, los sábados. El motivo de esta insulsa decisión: Babelia. Aquí, me encuentro estos versos, de un poema que lleva por subtítulo versos a Juan Goytisolo:

Vivir es ir contándonos historias
que se vuelven al cabo realidades
o paran en deseos, vanidades;
que van del caño al coro como norias.
También me encuentro con un texto de Fuentes, comentando el más reciente libro de Reyes Heroles a quien, posiblemente, tengamos de invitado para el Café Scientifique Gdl. Al final, en la contraportada, uno de Margo Glanz, viejecita que parece trastabillar ante demasiado conocimiento. ¡Vaya dios a entenderla, o por lo menos su conciencia!
El ensayo: Blumenberg, la narración infinita, por Isidoro Reguera: (Sólo tenemos una vida, pero ¡tantas historias, tantas teorías! ¿El tiempo de la vida? No tenemos tiempo, sólo un plazo). “Podemos perecer, pero llevaremos un mundo con nosotros”. Pensamos en el lenguaje y vivimos en el tiempo. Pero tanto en el tiempo como en el lenguaje el pensar se alimenta de las mismas ilusiones que el vivir. Y el tiempo de la vida, como el tiempo del mundo, es la historia del lenguaje de sueños (metáforas, mitos) del pensar. El lenguaje sirve, pues, como instrumento de análisis y comprensión del mundo, de la vida y del pensar mismo.
Hay que conservarlo, recordarlo todo. Especialmente las grandes preguntas, que no han de desaparecer sólo porque no puedan responderse, sólo porque no tengan sentido lógico o porque desde él no sean pregunta alguna (ya que no tienen respuesta). No hay una realidad y una lógica, hay muchas en las que vivimos. No hay, por tanto, que contar una historia, la supuestamente grande, sino muchas, a ser posible todas. Cada realidad y cada historia actúa como si se tratara de un pequeño mundo. “Que vivimos en más de un mundo es la fórmula de los descubrimientos que constituyen el estímulo filosófico de este siglo”.

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