Descubrió la soledad al mismo tiempo que el silencio.
Unas cuantas nubes desbaratadas a miradas, un
río de sueños vueltos falsas realidades, una
mirada furtiva, un deseo medio cumplido,
un decir tengo miedo y saberse atrapado,
indefenso, ––presa del amor.
Si tan sólo pudiese asegurar su destino,
atrapar a una mosca sin matarla,
llorar a discreción, sonreír sin
desbaratar el sendero cubierto por hojas de maple.
Pero el silencio no se dejó prolongar. Llegó
un embustero, un delator.
Bastaron unos labios
húmedos –como no queriendo– sobre el cuello
para hacer de las rocas una montaña rusa
donde viajan los verdaderos amantes, aquellos
comprometidos con el amor, sin importar
quién gane o pierda.
Después de la soledad, el silencio;
tras el silencio sincero, el amor.
Muchas gracias Omar
ResponderBorrarun abrazo
Me parece la mejor manera de conocer el amor, tras la soledad y el silencio... entonces es cuando el amor también es más sincero. Y sinceras son mis felicidades por este magnífico poema, aunque optar por un silencio sincero habría sido más correcto... pues leer cosas como esta me deja anonadada, noqueada: sin palabras.
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