
La vida londinense oscila entre los extremos. Se dice –¿en verdad puede decirse algo sin alguien que lo diga?– que una de las características del tercer mundo es su gran diferencia socio-económica y sus escalas tan disparejas. También se dice –de nuevo, si es que puede decirse– que, en general, estos países son bárbaros y sin progreso. Entonces diferencias y barbarismos contra la homogeneidad y buena conducta de los primermundistas pero, ¿es esto en verdad cierto? ¿son los del no progreso los bárbaros o los de las no diferencias los más salvajes?
¿De qué sirve la escritura si no exorciza los demonios personales? Una escritura impersonal no vale la pena ser escrita ni llamada literatura. ¿Para qué desgastarse hablando de la humanidad, los sentimientos universales y la condición humana cuando uno está tirado sobre la cama sin esperanza del futuro ni conciencia del presente?
Durante semanas he abandonado el diario, la toma de conciencia de mi realidad. Volví un poco a la poesía en un intento de transformar en obra de arte mis vivencias, amores, sufrimientos, gozos y soledad. Intenté plasmar en la hoja en blanco –ahora pantalla de laptop– una realidad mucho más bella de la que estaba viviendo. O acaso sí hayan sido buenas estas semanas y no me esté dando cuenta hasta hoy. Pero, ¿en verdad es necesario darse cuenta de la realidad que uno vive? ¿No basta con vivirla y ya?
Más que letras tengo preguntas por contestar, vidas por cambiar –¿cuántas veces más?– , sueños de otra realidad tan lejana que no reconozco como propia. Y acaso no sean las respuestas lo que esté buscando sino simplemente las preguntas adecuadas, seleccionadas para no causar más dolor del necesario. Si de todos modos he de vivir, ¿por qué no hacerlo de la mejor manera? o acaso sólo hay una manera posible y no hago más que empeñarme en buscar otras.
¿Por qué rehuyo la realidad en pos de otra ideal? ¿Es literatura o cobardía? ¿Es arte o estupidez emocional?
porque eres DRAGON..!?
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