29 de enero de 2006

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Imposible postergar la vida. He pasado los años sin apenas echarles un ojo. Mirando hacia el futuro, olvidé que la vida sólo existe en el presente inmediato. Ya no encuentro consuelo de manera tan sencilla: las lecturas, la escritura, el diseño, la fotografía, las matemáticas se han ido volviendo pasiones escurridizas, porciones de universo no representativas del mismo. Para vivir basta con estar presente. Lo demás son meros desatinos, intentos furtivos por idealizar la propia presencia. En la alborada –palabra nietzcheana, hurtada por Televisa– de los 30 se vuelve más intenso el sentimiento de no estar, de jamás haber hecho nada importante y el miedo a jamás lograrlo. Pero la vida es lo que hay, los sueños no son vidas sino escapes y derroches de energía siempre y cuando no se lleven a la práctica. Or: luz.
Ahora la pregunta interesante, la que en realidad vale la pena contestar: ¿cómo habito el presente ante el flujo incesante del tiempo y el espacio? ¿cómo me miro desde fuera cuando estoy tan embebido en mí mismo? La luz, ¿tendrá alguna de las respuestas? Or: nombre y apellido, designación del individuo ante la sociedad. Or: luz.

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