17 de agosto de 2006

Günter Grass: el pasado ineluctable

Quién lleva a un escritor a contar la historia, sea verdad o ficción, pero siempre mezclada con la vida propia? Nadie. Uno escribe por necesidad, porque la unica defensa ante la muerte parece ser aferrarse a la vida de la mejor manera que uno sepa. Y la escritura, el remolino de la realidad-invención, permite dar vueltas por el tiempo, atrapar al instante y creerse menos fugaz. El placer que brinda una verdad tirada sobre el papel es la vida misma. Y, ¿la juventud, de qué se compone? Ahora, en los albores de la adultez puedo decirlo: el jóven se dedica a vivir mientras que el adulto a analizar la vida. El joven vive; el adulto recuerda. Y, ¿el viejo, ese cabrón canoso, pelón y achacoso, qué hace, qué le queda cuando se sabe ya más presa de la muerte que la misma calaca? Pues la verdad, la única sincera defensa ante la vida. La verdad, ya sea inventada o no, porque después de tanto dar vueltas y vueltas a los recuerdos estos van cambiando de nombre, de cara y tiempo. La verdad promulgada sin importa quien pierda o gane, siendo conciente que lo único que queda es la muerte. Y Hitler representa ni mas ni menos que nuestras más terribles miedos. Un ícono de la verdad vuelta miseria.
Espero algún día tener la confidencia para decir la verdad, sea cual sea.

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