23 de agosto de 2006

Las dos Fridas

1. Frida en el Tate

A través de la ventana el Támesis, frontera

entre norte y sur, separa al arte de dios.

Personas van y vienen; asombradas

recorren la exposición. Hemos llegado

al otoño. Afuera: doradas, rojas,

amarillas hojas. Adentro: cálido, húmedo

silencio vagabundo. Me detengo

y contemplo a Las dos Fridas,

personaje en dualidad: a la derecha Frida

con vestido de tehuana, diego

y su entero corazón; a la izquierda Frida

con vestido de novia colonial –roto el corazón la

sangre

cae.

Frida cuelga su vestido entre rascacielos neoyorquinos.

Yo me pongo la chamarra y salgo

a los barrios de las calles londinenses con

sus prisas, un chingo de culturas y posmodernidad.

Ya en el Costcutter de la esquina me atiende un iraní.

Un limón y un plátano. 4 pounds please; thanks.

Los frutos de la tierra son el orgullo de la patria. La

nostalgia del exilio voluntario me dice vuelve

a casa, al hogar. El vestido sigue

colgando

por allí.



2. El Tate en Frida

Casi al final de sus días

con la columna dañada

el corazón quebrado

dice: soy desintegración.

Siempre en dualidad:

oriente, occidente,

sol, luna,

vida, muerte.

Tradición o progreso:

pitahayas, frijol y calabaza;

dólares, ropa fina y electricidad.

Un ojo aquí, una mirada allá.

Dos puertos unidos al cruzar el charco.

Frida se reinventa en la tradición de dos mundos.

Si a veces la vida falla, la ficción permite su continuidad.

En la pintura la vida recupera su sentido:

Miguel sostiene un rehilete; al fondo

un caballito de palo.

Eva es pintada por Eva.

Carranza chupa una paleta tricolor

mientras le rizan las canas.

Nomás unos cuantos piquetitos y la sangre

brota hasta manchar el marco.

Caballito de petate, perro itzcuintli,

calendario azteca, santa claus, el puto tranvía,

New York, diego, Coyoacán, diego, diego en mi corazón.


A propósito de la exposición de la obra de Frida Kahlo en la Galería Tate Modern, Londres, octubre 2005.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario