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Son casi las cuatro de la tarde y el sol, por fin, rompe entre las nubes solo para, en no más de una hora, volver al letargo. Así es el invierno: la niebla nos resguarda de nuestros peores yo. Acaso la primavera, ahora sí, me devuelva la magia que el devenir del tiempo me tomó prestada. Escucho A Kind of Blues de Miles Davis. El mejor disco invernal, creo yo.
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Es posible pensar en el mundo como una mera composición de luz. Las viejas preguntas de siempre, esotérica, filosófica o matemática: ¿existe lo que no vemos?, ¿es el universo inventado por el individuo o existe en general?, o más estructuralista: ¿mapa o realidad?
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Escuchando a la banda de jazz de Maggi Olin, releo la traducción de poemas de Stig Larsson que Tigran y yo hemos ido trabajando desde hace 3 años, libro que ha de ver la “luz siempre estremecida” en un par de meses mexicanos. Busco, “…abandonado / hasta por la luz que aquí se encendió”, la palabra ‘luz’ en el texto entero: 13 apariciones: “pero queremos luz – muerte – y continuar / siendo personas errantes bajo el sol / conciliador de todo en una muerte.”
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En busca de uno que otro resplandor, salí a caminar, cruzando en diagonal el parque Pender hacia la avenida. Unos minutos para las cinco de la tarde y la mayoría de los establecimientos ya estaban a medio cerrar. Encontré un depósito, atiborrado, de libros de segunda mano. Al final del estrecho pasillo, entre pilas de libros en formación cuasi-espiral, un rayo diminuto, apenas perceptible desde la distancia, caía sobre un volumen de Patrick White. Supongo es hora de leerlo, me dije. Lo tomé, pagué y salí a la oscuridad.
Publicado en El Occidental
jazz de Maggi Olin, un libro y la oscuridad.
ResponderBorrarBuena combinación, pero enciende la luz para leer.