5 de octubre de 2008

Sobre el boxeo y la violencia

A favor o en contra pero, muchos de nosotros, celebramos la violencia. Yo no me acuerdo de Tlatelolco --aún no había nacido-- pero si recuerdo la marcha de mayo del 2004 en Guadalajara, de la cual participé hasta antes de que la violencia se volviera consecuencia de jaloneos entre los impositores de la ley y los que romperla querían. Yo, como muchos otros, creo, estoy en contra de la violencia como forma de obtener garantías de libertad y paz. ¿Es posible luchar para dejar de luchar luego? ¿Es posible encerrar a la violencia dentro de un cuadrilátero y gozar al verla? Miro a mi país desde la distancia, desde la isla grande allí nomás, cruzando el Océano Pacífico. Leo las portadas de los diarios: muerte, asesinatos, bombas en las plazas públicas; rencillas viejas que se vuelven nuevas y más sangre derraman. Ya no el simple cuchillazo en un hombro sino la granada de mano al aire libre.
Digo que unos cuantos, acaso muchos, celebramos la violencia encuadrada al pensar en Rubén Olivares, ex-boxeador mexicano, uno de los grandes que tuvimos en la historia. Pienso en él después de ver un documental sobre Lionel Rose, el aborigen más joven en ganar un campeonato mundial de boxeo, allá en 1968, título que un año después le fuera arrebatado por Olivares. Sin embargo, pienso en Rose contra Olivares pero me llegan imágenes de JC Chávez o el Macho Camacho, a los cuales vitoreé siendo adolescente.
Ahora las marchas me son ajenas; al menos las que violencia llevan. El boxeo ya no es un deporte que mire en la caja negra y la muerte y la violencia que se viven en México no son más que unas cuantas letras en mi computador portátil. Ojalá también fuera así para mis compatriotas y familia, allá en mi querida tierra: Guadalajara.

1 comentario:

  1. la violencia puede estar disfrazada, una se nota mas que otra y hasta en dados casos pasa tan desapercibidamente.

    ayuda al de al lado a erradicar la violencia, y el ayudará al que tiene del otro lado.

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