Naufragio
He decidido recluirme en mi departamento para no salir, ni hablar con nadie durante unos cuantos días. Hago acopio de mi despensa: unos cuantos huevos duros, una lata de atún, 5 plátanos, un bote de jugo de manzana, una botella de vino tinto reserva –para cuando la desesperación comience a arreciar–, unos cuantos sobres de té y un garrafón de agua a la mitad. Con esto, y cincuenta pesos en el bolsillo, los cuales constituyen mi único capital, lo cual me permite fantasear sobre la mejor manera de gastarlos: una función de cine, un par de Victorias en El Calavera, una dotación completa de gusguerías y golosinas del 7-eleven contra-esquina de mi apartamento, un poco de gasolina para ir a Pinar en mi Peugot 206 –negro, con quemacocos y rines deportivos, que no he lavado en varios meses– y sentarme en el bosque, contemplando la Calera de la Primavera, fumando un buen porro –sustancia que también escasea– o simplemente comprar un poco más de provisiones para este naufragio en tierra: unos cuantos plátanos, una barra de pan y una cartera de huevos, suficiente para permitirme seguir con vida durante unos cuantos días más, casi una semana, hasta que llegue el día de pago –el equivalente a ser descubierto por una nave pirata o española– y pueda ser rescatado de este encierro –o abandono– y volver a la vida de allá afuera, justo para darme cuenta que ni siquiera tenía intención de salir. Así, habré de volver a mi isla, sumergirme en el naufragio del cual, viéndolo bien, nunca quise ser salvado.
Lo curioso de la vida, y de la ficción, es quién supera a quién: ¿es la ficción la que inventa la realidad, o la realidad da pie a que surja la ficción? De manera menos enredosa, lo que vemos, ¿es el mapa o el territorio? Este será el tema del Café Scientifique de junio, con el cual me despido, a otra isla, sin saber exactamente su ubicación en el globo terrestre. Acaso demasiado al norte o al sur, pero de ninguna manera rozando el trópico. ¡Que la boca se te haga chicharrón!, dicho acuñado por mi abuela, su hijo –mi padre– y demás familiares. Entonces mejor no decir nada sobre el futuro pero, sino hablo, ¿no se detiene el flujo del tiempo? Tanta negación y tanta doble negación que la paradoja se hace evidente. Lo curioso no es la respuesta –que no la hay–, sino cómo nuestro intento por responder marca nuestra forma de vida. Así, la humanidad se ha ido peleando y matando por una simple creencia: ¿hay vida después de la muerte?, a la cual nadie puede responder con seguridad científica, comprobable, pero a la cual apuestan las distintas religiones por igual. Entre que si hay y que no, nos vamos quitando la que tenemos.
Vuelvo a escribir, a la ficción de inventar la vida de otro. ¿No será eso lo que alguien hace con nosotros?
Historias de aves
Durante la mayor parte de mi niñez –de los 6 a los 12, digamos–, vivió, en el árbol que daba a la ventana de mi cuarto, una lechuza. En pocas ocasiones tuve oportunidad de verla; sin embargo, cada noche, al caer la tarde, justo cuando el sereno recién ha completado su ronda por las calles, comenzaba el sonido armonioso de la oscuridad. La lechuza –nocturna por naturaleza– despertaba a la vida, justo como yo, al crecer y volverme una especie de adulto –en infinita negación–, habría de hacerlo. Según mi padre, la lechuza vivía en Rancho San Jorge, allá dentro de la ciudad amurallada a una cuadra de mi casa. Hoy, casi veinte años después, me doy cuenta de que las lechuzas han desaparecido de la ciudad. Quedan unos cuantos zanates y algunas grandes bandadas de pericos pero, lechuzas, de esas ya no hay.
Durante mi último año de estancia en Vancouver, en el departamento de Barcklay y Bute, que compartía con mi amigo colombiano, tuvimos un periquito en casa. Lo pusimos en una jaula, en el rincón opuesto a donde solíamos sentarnos a tomar agua natural y fumar. Cada vez que procedíamos con nuestro ritual, dejábamos la puerta de la jaula abierta para que, cuando el olor a mariguana lo comenzaba a excitar, le llamáramos con un silbido y mostrándole el índice en posición de sostén. No tardábamos ni dos fumadas y el periquito ya estaba sobre mi hombro o el de Leonardo. El regreso a la jaula no era tan sencillo ya que, un poco mareado y dificultado de sus facultades de equilibrio, a veces erraba el vuelo hacia la puerta y, se iba desviando hasta chocar con la pared. Era entonces cuando uno de los dos decíamos: ya no hay que darle de fumar. Intentamos apartar al periquito de nuestro ritual sin éxito; no dejaba de gritar hasta que lo convidábamos al festín.
Idea para libro
Un libro de traducciones –o más bien, versiones– de letras de canciones escritas en inglés, llamado “Los poemas de Aranzazu”, en honor a ella, una especie de regalo para aquellos que, carentes del dominio del idioma inglés, si quieran conocer un poco sobre ciertos poemas que se han ido filtrando en ellos, mediante la pura melodía. En este libro cabrán versiones de: Bono, Peter Gabriel, Keren Ann, Norah Jones, Roger Waters. Además, incluir algunas versiones de poetas –no necesariamente músicos– estadounidenses contemporáneos, que no hayan sido traducidos al español, como Charles Reznikoff, algunos de Joseph Brodsky y uno que otro Beat perdido por ahí.
Idea para el blog
Tratar de escribir, so pretexto, cualquier opinión, poema, historia o crítica, de cada uno de los libros, no que haya leído, sino que me hayan marcado de una u otra forma.
Respuesta a comentarios sobre literatura potencial, en el sitio de escritores de jalisco
La literatura potencial -también conocida como literatura restringida-, no consiste únicamente en el abandono de la creatividad en favor del cálculo y la razón. Oulipo (Taller de literatura potencial, por sus iniciales en francés) pretende hacer una reevaluación del lenguaje, justo como hiciera Bourbaki -grupo de matemáticos franceses- con las matemáticas a inicios del siglo XX. Lo que pretendían estos tipos era reestructurar las matemáticas -aquí, entiendase matemáticas, según la definición de W. Thurston, medalla Fields como: "definición formal de patrones"- a través de la teoría de conjuntos y la lógica axiomatica, i.e., darle fundamento a lo que uno dice y volverlo universal a partir de principios bastante básicos. Otro de los méritos de Bourbaki fue la inclusión de palabras del uso diario para crear definiciones de conceptos matemáticos. Así, al leer un libro de Análisis o Topología, encontramos los conceptos: vecindad, cerradura, …morfismos (que conservan tal o cual forma), etc...
Una última aclaración con respecto a las matemáticas, en particular, y a la ciencia, en general: gran parte del "descubrimiento" científico se hace gracias a la intuición. David Bohm habla de la imaginación y la fantasía, como los dos procesos -uno como evocación de memorias y definiciones en el cerebro, otro como el ver algo que nunca se ha visto- que hacen posible el descubrimiento. Entonces sí, como argumentará casi cualquier ente pensante, la creatividad debe ir aunada al rigor. Esto se entiende fácilmente con una analogía: se dice que un chef -o cualquier cocinero, en su defecto- es bueno, si logra llevar a la perfección el mismo platillo iteradas veces. Si alguien -ama de casa o aficionado- logra un platillo igual de bueno una vez, por chiripa, no se le llama chef, ¿o si?
Ahora, con respecto a Oulipo, lo que se pretende es dar una estructura formal a los textos, un a priori a la creatividad. Como ellos mismos se definen: "somos ratas que construyen un laberinto para después salir de él". Como creo que me he extendido un poco de más, según la etiqueta del sitio –brevedad virtual- los invito a seguir la discusión los jueves de literatura y ciencia, dentro del ciclo “lo que escribiré ayer”. La siguiente fecha es el 14 de abril en Casa 33 (Andador Coronillas 33, entre Hidalgo y Morelos) a las 20:30 h. Salud.
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