30 de junio de 2005
Sobre El Golem (y la crítica que hace el Cata sobre él)
Nunca he leído ese libro, aunque si lo he visto traducido a varios idiomas. Auster cuenta cómo, los libros verdaderos, no son aquellos que se disfrutan mientras se leen, sino los que se leen cuando uno ya no está frente a ellos. Yo así leí El Golem: visitaba una sinagoga judía, supuestamente de las más grandes de Europa Oriental, mientras andaba buscando los pasos de Miroslav Holub, Vladimir Holan, y Kafka, por supuesto Kafka. Días antes había fotografiado la máquina de escribir de Gregorio, o la que creo era suya, ya que los letreritos de la exposición estaban en checo y alemán, dos de tantos idiomas inteligibles para mí. A la salida de la sinagoga, donde se hace la aclaración de no tomar fotografías, me encuentro con el stand de recuerdos, ese tan popular cuando uno va a Disneyland –no conozco Disneyworld– o a cualquier museo, por más chafa que este pueda ser. Comencé a tomar los objetos, chácharas y demás artilugios inútiles salvo para sustentar la falta de memoria que algún día habría de sufrir –acaso debido a las palmtops y todos esos dispositivos que nos liberan de nuestras supuestas cargas. Entre ellos, un libro pequeño, en varios colores, presentaciones e idiomas: El Golem. Lo hojeé sin leer, como queriendo comprarlo pero sin quitar de mi mente la posible botella de vino que podría comprar con esos cuantos euros, tras preguntar el precio en inglés y obtener una respuesta en español. Si, una persona en Chequia hablaba español. No crean que me excita mucho o que en verdad extrañe el idioma. Por el contrario, creo que parte de los viajes es la adecuación a los diversos idiomas. Aunque del checo nunca pude pronunciar una palabra, y al subirme al metro tenía que contar las estaciones hasta llegar al Hostal, ya que los nombres que salían del altavoz eran indescifrables para mí. ¿Y El Golem? Pues bien, gracias. Ahora salgo a Gandhi, a pedirle el libro al tendero y recibir como respuesta un levantamiento de ceja, como si uno estuviera inventando títulos nomás por moda cinematográfica o abuso de ociosidad. Ya es tiempo de que los libreros vendan libros, no su estúpido tiempo.
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Estoy de acuerdo: los verdaderos libros son los que se leen cuando uno ya no está frente a ellos. Tengo mis libros leídos así...
ResponderBorrarQué suerte haber estado en casa de Kafka... Dicen que atrapa muchísimo. Aunque a mí me daría miedo enocntrarme un odradek. Pues seguro que me estaría esperando o mi ficción enferma lo encontraría al estar buscándolo yo a él.
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