23 de septiembre de 2006

Aliento

He caido en la cuenta de las diferencias de aliento literario. Para tocar la trompeta es necesario inflar y contraer los cachetes mientras que, para generar los sonidos del didjeridoo es preciso crear reverberaciones con los labios dentro de la rama hueca de eucalipto con cera de abeja en la boquilla. Así también en la literatura -en particular- y en la vida -en general. Octavio Paz explicó que, debido a su falta de paciencia y perseverancia en el tema, jamás se animó a escribir una novela. Para él, el instante lo era todo. Por ello se especializó en la idea, en extenderla y darle vueltas. Idea que fluye y, de repente, es otra. Así es el ensayo y la poesía -poemas evolucionados.
Hay otros que necesitan pasar días y días inmersos en la historia que cuentan, en la catársis de ser y vivir la historia del otro, del combatiente que es uno mismo porque
para conocerse a uno mismo es necesario mirarse desde el otro. Bruce Lee decía que, cuando tiene un enfrentamiento, el contrincante no es el otro sino uno mismo. Uno pelea para vencerse a sí mismo. Esta es la novela, invento de la burguesía, hija de la locura de don Quijote. Si hay otros géneros no son más que oscilaciones entre estos dos. Digamos, por ejemplo, la dramaturgia. Ésta puede virar desde el extremo poético de la metáfora que no llega jamás a concretarse en la realidad a la protesta social que no es más que un minucioso análisis del uno hombre en una sociedad.
Creo que también tiene que ver la edad con el objeto de escritura. Para escribir una novela hace falta haber vivido unas cuantas. La poesía, por otro lado, ha sido asociada a la juventud, a la percepción del mundo según la experiencia propia, sin necesidad de vicios o recovecos.
En ciencia, las matemáticas serían como la poesía y la física como la novela.

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