Para que un pueblo en verdad logre crecer necesita un espíritu revolucionario. La trascendencia y el progreso vienen después de la miseria y la caída hasta las últimas consecuencias, al abismo de la especie humana. Sólo después de darse cuenta que uno está en un agujero demasiado hondo es posible hacer el intento por salir y trotar por los prados de perfumadas rosas –si, la metáfora es terrible, cacofónica pero da la idea de putrefacción, ¿no?
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