14 de mayo de 2007

El efecto mariposa

Hay ciertos momentos de la vida que elegimos recordar, atesorar y traer a la memoria como si nunca dejaran de pasar. También hay memorias que nunca logramos olvidar, aún cuando intentemos. Es así como Einstein gustaba ejemplificar la subjetividad del tiempo: un minuto sentado sobre una estufa caliente parece una eternidad mientras que una hora al lado del ser amado pareciera como un segundo. Pero, ¿y si tuvieras la oportunidad de volver en el tiempo y cambiar algo, por ligerísimo que fuera, lo harías?

La película “El efecto mariposa”, protagonizada por Ashton Kutcher, juega con esta idea y, a partir de una historia de amor verdadero, de ese que se da desde la niñez y dura por toda la vida, crea una serie de posibles desenlaces a partir de ligeros cambios a un cierto acto inicial. Además de una película que lo mantiene a uno en suspenso y tratando de adivinar cómo se desencadenará la siguiente sucesión de hechos, “El efecto mariposa” también plasma, a través de imágenes, guión bien fundamentado científicamente y buenos efectos especiales, una de las características de la Teoría del Caos, paradigma moderno de la ciencia en general y la matemática en particular.

“El efecto mariposa” dice: si una pequeña mariposa aletea en Guadalajara podría, después de un determinado tiempo, causar un huracán en las costas de Australia. Básicamente, este efecto refleja la idea detrás del caos: dada una muy pequeña diferencia en las condiciones iniciales, el mismo sistema puede comportarse, después de cierto tiempo, de manera muy distinta. Básicamente, el caos se pregunta si es posible hacer predicciones a largo plazo sobre cualquier sistema no lineal, como el comportamiento humano, la línea del tiempo, los mercados de valores, los incendios en un bosque o las conexiones neuronales en nuestro cerebro.

La Teoría del Caos ha brindado nuevas formas de ver al mundo. Los psicólogos se han dado cuenta que nuestro comportamiento no es enteramente predecible. Esto es, un cierto acto, por pequeñísimo que parezca, puede cambiar el desenlace no sólo de nuestra propia vida sino la de muchas personas, aún de aquellos que no conocemos o que viven al otro lado del mundo.

Un día de invierno de 1961, el meteorólogo Edward Lorenz quiso reexaminar una serie de datos del modelo que había creado para intentar predecir el clima. En lugar de reiniciar el programa de computadora, decidió correrlo desde la mitad, ingresando diferentes datos en el modelo. Lo que observó no era lo esperado. El modelo ya no se comportó como un día antes. Ante ligerísimos cambios iniciales, el sistema se había vuelto caótico. Fue entonces cuando Lorenz acuñó el término “efecto mariposa”.

Por lo tanto, si no es posible controlar o predecir los fenómenos del universo, ¿cómo podemos coexistir con la naturaleza? Es ahí donde entra el sentido común y muchas de las filosofías que pregonan la vida en el aquí y ahora. Esta es la idea de los flujos de campos vectoriales en sistemas dinámicos. A cada momento en la línea del tiempo, es necesario reajustar las condiciones del sistema. Nada nuevo, sólo el viejo Carpe Diem, ¿a poco no?


Publicado en Revista Cinespacio, abril

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