No una isla separada sino una multitud entrelazada. Supongo que dibujo a la realidad de acuerdo a un mapa construido a lo largo de los años. Conforme va pasando el tiempo, me voy volviendo ajeno a la sorpresa. “Ya ni siquiera presentimos // y luego nos quedamos asombrados”, escribió Vladimir Holan en la ciudad del Puente de San Carlos.
Es curioso pensar en Praga mientras cruzo de la Ciudad Vieja a la Isla del Sur en Estocolmo. Es curioso cómo la geografía y gastronomía cambia de un extremo al otro del mundo y, sin embargo, las personas seguimos siendo las mismas. Aquí: corazón ahumado de reno, albóndigas con moras silvestres, arenques fritos y caviar sobre pan de centeno duro. Allá: hamburguesas de canguro, pescado con papas fritas y emparedados de cocodrilo con salsa cátsup.
Aún cuando siempre llevo a México por dentro, cada vez me siento más un extranjero. Pienso en todas esas islas mexicanas que nunca he visitado. Ahora, a más de 10 mil kilómetros de mi ciudad natal, desearía ir a Chapala y andar en una panga a la Isla de los Alacranes.
Acaso tú, lector, aproveches el fin de semana para hacerlo. Acaso tú, lector, me cuentes sobre ella como yo lo hago sobre tantas otras que, aunque distintas, siguen siendo islas.
Publicado en El Occidental
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