
Por primera vez, el mundo en el que creía existir se ha volcado de cabeza. Ya no reconozco la sonrisa de los amigos de la adolescencia ni las avenidas con baches y alcantarillas abiertas de mi ciudad: la que anduvo mientras yo permanecía inquieto, la que jugaba a ser mundo en el que más mundo no existía sino en el televisor.
Por primera vez la barbarie y violencia cotidiana no me resultan familiares. Los atrabancados automovilistas al volante de los súper-cargados no me causan la misma emoción. Por primera vez la polaridad citadina se muestra en casi cualquier esquina. Apenas si miro de reojo y me siento espía consumado, estúpido extranjero ajeno a las reglas del lugar.
Es difícil estar y saberse ausente. Le grand vitesse, la insoportable levedad de las novelas de Proust; el río que ha dejado de correr por donde mismo y ahora salpica por doquier.
Un tequila blanco, hielo y coca. ¿Como gringo, Juanito?, me dijo Sánchez, sorprendido, ajustándose los anteojos a medio caer sobre la nariz. También tacos dorados de sesos y de tripa con cilantro, cebolla, mucho chile y limón; tortas ahogadas con carnitas, buche y lengua del Moreno; mañana lluviosa, tarde abrigada, noche terriblemente abandonada por el sol.
Me miro desde la isla y no reconozco al hombre que anda por el continente. Sí, las mismas sandalias pero no los mismos deseos de extensión. No los océanos limítrofes sino la inmensa tierra que se extiende sin decir: basta...
Por primera vez, estoy sin saber quien soy.
Por primera vez, soy.
Publicado en El Occidental
Imagen: Nel ten Wole
Por primera vez la barbarie y violencia cotidiana no me resultan familiares. Los atrabancados automovilistas al volante de los súper-cargados no me causan la misma emoción. Por primera vez la polaridad citadina se muestra en casi cualquier esquina. Apenas si miro de reojo y me siento espía consumado, estúpido extranjero ajeno a las reglas del lugar.
Es difícil estar y saberse ausente. Le grand vitesse, la insoportable levedad de las novelas de Proust; el río que ha dejado de correr por donde mismo y ahora salpica por doquier.
Un tequila blanco, hielo y coca. ¿Como gringo, Juanito?, me dijo Sánchez, sorprendido, ajustándose los anteojos a medio caer sobre la nariz. También tacos dorados de sesos y de tripa con cilantro, cebolla, mucho chile y limón; tortas ahogadas con carnitas, buche y lengua del Moreno; mañana lluviosa, tarde abrigada, noche terriblemente abandonada por el sol.
Me miro desde la isla y no reconozco al hombre que anda por el continente. Sí, las mismas sandalias pero no los mismos deseos de extensión. No los océanos limítrofes sino la inmensa tierra que se extiende sin decir: basta...
Por primera vez, estoy sin saber quien soy.
Por primera vez, soy.
Publicado en El Occidental
Imagen: Nel ten Wole
Qué bueno encontrarse con estos textos. Tengo curiosidad por saber de tu fascinación por las imágenes que conllevan "montajes" o no sé como decir, aquí hay varias, , me chocó eso.
ResponderBorrarSaludos.