23 de noviembre de 2007

Lobo estepario



La isla se ha empezado a comprimir en mi dirección. Las estepas cuasi infinitas se ha ido transformando en senderos para hormigas. La sonrisa inocente de los isleños despreocupados ahora me parece una estúpida falta de conciencia. Sí, acaso el sufrimiento inculcado por la religión católica esté demasiado incrustado en mi alma. ¿Cómo librarse de un adoctrinamiento que en su tiempo fue aceptado por convicción?
Hoy, en la sala común del departamento de matemáticas, mientras vierto agua caliente instantánea en mi taza blanca pero percudida como si de las distintas capas terrestres se tratara, he cruzado palabra con Peter, el matemático de Cambridge y Oxford, el hombre propio que conoce la estructura intrínseca del lenguaje. Él dice que la isla es extensa y predecible. Yo digo que la isla no es mas que un punto pequeñísimo al que no es posible atinar con los dardos. Y, para acabarla de chingar, mi iPod ha elegido tocar Llueve sobre mojado a voz de Fito y Sabina.
Tal vez lo que me acongoja sea esa profunda pero pasajera insatisfacción al intentar escapar de mí mismo, la eterna disputa entre el aquí y el allá, la lucha contra la resignación de la adultez y la inminencia de una muerte segura, al menos una, sin saber cuándo ni cómo y con apenas un ligero entendimiento del por qué.
Me cuesta tanto estar aquí, añorando el calor fraternal de la disputa diaria mexicana; la fortaleza que da el miedo a los asesinos, asaltantes y robachicos; el dolor estomacal después de una comida picante, grasosa y sucia pero digna del mejor banquete dionisiaco -aunque mi procesador de texto no conozca la palabra.
Una vez allá, con los pies en el continente, he de ir los martes por la noche a la lucha libre; los miércoles al cine, acaso al Cineforo, si es que se proyecta una película de arte, de esas lentas y aburridas que tanto disfruta mi amigo Coba; jueves --día del dios del trueno-- cualquier actividad relacionada con vodka y corazón de reno es apreciable. Así en descenso hacia el domingo: carne asada en el bosque de la Primavera o entre agaves y, ya caído el sol, hincar el diente a una mazorca -preferentemente que no sea de Monsanto-- afuera del Templo Expiatorio. Acaso, buen lector, por allí nos encontremos...

Publicado en El Occidental
Imagen: Nel ten Wolde

3 comentarios:

  1. Anónimo5:40 a.m.

    Dos preguntotas:

    ¿El Occidental es...?

    ¿Y puede leerse en...?

    ¿Y los textos son tuyos?

    Ay, fueron tres.

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  2. El Occidental es un diario de la ciudad de Guadalajara. Mis textos aparecen en el suplemento cultural de los domingos.
    Claramente, soy autor de los textos.

    Salud

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