Hoy, después de días de aislamiento e insistencia en combatir mi ignorancia ante las estructuras de Poisson y las foliaciones simplécticas de los sistemas integrables, he decidido escapar y adentrarme en el mundo real, en la ciudad de las culturas y los contrastes de luz otoñal.
Monté en el Falcon hacia la estación Dennis, donde cogí el tren hacia la ciudad. Bajé, y subí a la calle, en la estación del Parlamento. Cuesta abajo, el frío de mayo me hizo subir el cierre de mi chaqueta. Apenas había andado unas cuadras, cuando escuché el típico sonido de una marcha: What do we want...? When do we want it...? Now. Eran los limpiadores de la ciudad, que exigían una mejor paga. Limpiadores limpios, con escobas nuevas y trapeadores relucientes. Será que en este país hasta la mugre es bien portada y huele bien?
Medité activamente, caminando de un lado a otro sin sentido ni propósito. Luego, después de un maki de salmón, otro de camarón y un inari de calamar, desandé mis pasos y volví a batallar con las variedades donde viven los sistemas integrables discretos. La hostia, tío!
No conozco nada de sus mundos paralelos aquí descritos, y poco entiendo de los denominados reales, pero sí entiendo de batallar y perder la escoba en cada guerra. La leche.
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