Cuando el niño era niño era el momento de hacer estas preguntas: ¿Por qué yo soy yo y no tú? ¿Por qué estoy aquí y no allí? ¿Cuándo comenzó el tiempo, y dónde acaba el espacio? ¿No es la vida bajo el Sol sólo un sueño? ¿No es lo que veo, oigo y huelo sólo una ilusión de un mundo anterior al mundo? ¿Existe realmente el mal, y existe realmente gente mala? ¿Cómo puede ser que yo, que soy yo, no existiera antes de llegar a ser y que algún día ese que soy yo no será ya quien yo soy?
Peter Handke
Lo difícil de la vida es que a veces no nos da tiempo para vivir. Sosegados, acaso inmóviles por la presurosa premura de llegar a ningún lado, nos olvidamos de mirar a un lado, respirar y decir: aquí estoy. Me atrevo a pensar, dada mi corta y relativa experiencia, que uno de los factores del aceleramiento vertiginoso de la vida sin autoconciencia se da mucho más en la ciudad, ente pseudomorfo de continua evolución. Creo, supongo, que hay un mundo desconocido y muchos desconocidos allá afuera, un mundo que vive, independiente a mí, fuera de la isla. Acaso la experiencia me lleve a la afirmación. Wittgenstein y sus críticas al Cuaderno Dorado, ¿por qué no?
Y, ¿los otros? ¿Qué hacen cuando nadie los observa? ¿A dónde van cuando ya no es posible ni preciso ir a sitio alguno? Leo las notas periodísticas del día. Allá en el continente: 3 muertos y diversos lesionados por diversos hechos; un camión volcado deja 6 heridos. En la isla recuerdan a un soldado caído y alertan sobre las alzas a las tasas de interés. Pero todo me parece tan lejano. El dolor ajeno, la preocupación por un futuro que nadie asegura, la guerra que después de unos años ya nadie sabe por qué empezó.
Ya no soy un niño. Me queda poco del asombro y la ilusión de aquella época. Aunque apelo un tanto a la sorpresa y al descubrimiento de cosas nuevas en mi trabajo, en la creación de estructuras matemáticas. Sin embargo las mismas preguntas, acaso las mismas que rondan y ronronean en las cabezas de todos, habitantes de la isla y el continente, acaso en unos más que otros, siguen visitándome por las noches. Y no es asombro sino angustia, no es inocencia sino pérdida de ella, la mera evocación de una nada, sea como sea. Entonces me pregunto: ¿Cómo es que algún día ese que soy yo no será ya quien yo soy, si es que alguna vez fui?
Publicado en El Occidental
El asunto estriba, desde mi humilde opinión, en enseñar a ese que fuiste, a apreciar las cosas desde una mejor perspectiva, la que conoces ahora.
ResponderBorrarAl yo de ahora debes mostrarle la sorpresa y emoción que le causaba al de antes, cosas tan simples como una oruga, un sol con lluvia, el dulce sabor del chocolate y "el amor a primera vista".
Al que serás probablemente le agrade saber, que sientes amor no sólo por el de antaño, sino por el hombre que discurre hoy por extraños precipiciosy que inquiere el porqué de algunas cosas.
Siento que todo radica ahí: en verte desde afuera; pero sin olvidar que estás muy dentro, y siempre presente en todas las esquinas de ese lugar que llamas "hogar", y que llevas doquiera que navegas, sin importar el clima.
Saludos,
Sólo me queda cerrar los ojos para mantener la niñez.
ResponderBorrarAl contrario, creo que para existir desde esa parte viva, es necesario que los abras, ese es el mayor motivo.
ResponderBorrarSaludos,