La clave de vivir con sentido en este mundo es creer, es creer en algo, es creer en algo intensamente, ser capaz de soñar, ser capaz de imaginarlo, creer en algo firmemente. Estas fueron palabras pronunciadas por Felipe Calderón, aunque escritas tal vez por un buen escritor, miembro del gabinete presidencial, ante el grupo de los supuestos 300 líderes mexicanos.
Ahora, ¿es necesario ser partidario de la derecha para comulgar con las ideologías de liderazgo? Yo creo que no, aunque si reflexionamos un poco, podemos traer a la memoria la sangre derramada por cuestiones de creencias: que si mi dios es mejor que el tuyo, si esta tierra fue habitada primero por mis ancestros o los tuyos, si la mariguana, el alcohol o el tabaco son buenos o malos para la salud o los impuestos. Sin embargo, si aceptamos el poder de la creencia y la fuerza para sustentarla, si aceptamos que ser vivientes es mejor que sobrevivientes, si nos insertamos dentro de la generación en la que vivimos en vez de dejarnos arrastrar por ella, entonces las alentadoras palabras de Calderón van más allá de las ideologías políticas, más allá de los dogmas o filosofías. Porque la vida bien vivida vale la pena ser vivida. Y, acaso con tintes de sueño americano, cabe la frase: If you want something, go get it.
México está lejos de la isla, de la utopía proclamada por Huxley y retomada por el imperio sajón en las colonias. México es un país donde la libertad se extiende de la sierra al desierto, del bosque a la pradera. Una libertad de acción, de conciencia, de círculos humanos y alta gastronomía.
Los habitantes de la isla hemos sido confinados a nosotros mismos, atrapados en el yo y la superindividualidad que no permite un alto grado de conexión humana. Hay un exceso en la libertad de creencia y sin embargo la mayoría pasamos los días sin pensar en la trascendencia, en el futuro o la hermandad. Los fines de semana se asignan al televisor, a la caja grande de mente corta, al ruido que brinda silencio a la conciencia.
Yo todavía quiero creer, vivir en un México del cual me siento orgulloso, de un México que ya no lucha en las trincheras ni va por las calles temeroso. Un México dispuesto a creer y sostener sus creencias.
Me gustó mucho tu reflexión, y coincido con ella.
ResponderBorrarSaludos,