6 de diciembre de 2008

Hogar

A lo que uno llama hogar no es
más que un olor bien conocido.
Hubo un tiempo en que la senda a casa
se cubría de hojas de arce en el ocaso.
Esos fueron unos cuantos de los mejores años.
Luego llegó el deseo por ser alguien. Fue
entonces cuando me fajé la camisa, tiré la gorra y
los pantalones de mezclilla y dejé de ser para desear ser.

Entonces llegó el tiempo en que la senda a casa
se tornaba huidiza, serpenteante camino de noches largas.
Olía a pasto recién cortado, a tierra mojada, a magueyes
trozados por un machete y una luna bajo el cobertizo.

Viajé, recorrí muchas sendas. Partía cuando el olor se
volvía familiar. Así dejé la casa para buscar al hogar.

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